lunes, 13 de octubre de 2008

1988 y el NO

En 1988 era yo un niño de 11 años que, como casi todos mis compañeros, me percataba de los cambios sociales que ocurrían en Chile.

Estaba en un colegio católico de un pueblerino Concepción, muy distinto a la actual colmena industrial de cemento, donde incluso niños de 11 años discutían acaloradamente sobre el acontecer nacional e internacional; muchos repitiendo los discursos de sus padres y otros contrastando los testimonios de los adultos con la realidad sangrante ante sus ojos. Los recreos eran mezclas raras de pichangas con debates políticos, testimonios, mitos sobre gente joven torturada y desaparecida, amenazas, lecturas adelantadas sin deglutir.

Algo raro había en el Chile de los ochenta, aparte de lo que se sabía por noticias de familiares amigos o rumores. Aparte de ver a carabineros metralletas en mano tratando a la gente con desprecio. Se respiraba distinto.

Yo me acuerdo de esos años como si hubiera un temor en el ambiente, un miedo a una bota invisible que de un momento a otro te va a pisar... un tabú, un tatuaje simulando un lunar con ínfulas de tumor, la autocensura tan nuestra. Tan instaurada gracias a nuestro autocontrol.

Recuerdo que mi familia estaba igual de dividida que siempre por la dictadura, recuerdo a un Chile igual de dividido por la violencia de unos contra otros, por la desigualdad Chilena, latinoamericana, humana. Recuerdo a unos tratando por todos los medios de callar a otros. Recuerdo a la Mentira, una mentira tan burda que me causaba gracia, recuerdo a los mentirosos y a sus caras. En realidad recuerdo sus caras jóvenes, ahora las puedo ver en las noticias con expresión de acidez y piedad cristiana.

Me acuerdo de lo entretenido que era ver la propaganda. Que distinto era todo. Qué distinta era (y es) la visión de alguien que piensa en el futuro y otro que vive en el pasado enfrentando a enemigos al otro lado del muro. Qué gran material humorístico era la franja del Sí. Me acuerdo que casi todos en mi barrio eran del Sí y más de alguno amenazaba de muerte a sus detractores.

En la televisión estaban los rostros petulantes de dictadores anónimos insultando a quienes votaban por el No. Mis ojos de niño se acuerdan muy bien a un -en ese entonces- combativo político siendo atacado mientras se dirigía a votar...

Recuerdo la esperanza. La espera. Me hice uno con ellos porque entendía el dolor y el miedo de todos pese a estar más cerca de los victimarios. Pese a nunca ser torturado ni todavía censurado.

Puedo ver todavía el lamento del periodista al reconocer el triunfo del No, los muchos intentos por no dar los cómputos, las horas que eran días, la Mentira una vez más en cadena nacional.

Viene la celebración y salgo a mi barrio, a mi ciudad. Escucho las amenazas de muerte de alguno de mis queridos vecinos que luego serán senadores, grandes patriotas. Otra vez Chile dividido pero feliz respirando la primera bocanada luego de un largo lapso sumergido.

Creo que el arcoiris en ese día fue verdad. Ese día. Sólo ese día. Un niño como yo creyó que se podía cambiar el cielo gris.

1 comentario:

Lila dijo...

Dibujas a tu Chile de una manera tan grafica que me imagino dentro de la epoca.

Un saludo