sábado, 15 de diciembre de 2007

Distracción

Hurgando en los recuerdos de la infancia es cuando se encuentran los fragmentos que con la mirada del tiempo y la visión de un alerce se entienden como partes de una vocación.

Dejando de lado los dibujos con que el estudiante llena sus cuadernos en vez de materia -aquellos molestos dibujitos donde sus compañeros y profesores se transforman en personajes con nombres nuevos y características deformadas y amplificadas-, el pre adolescente contempla desde el banco lo que pasa en las afueras del aula y se lo narra en tercera persona.

El entorno le ha enseñado que este tipo de pensamiento y actitudes son, por alguna razón, malas, y guarda en un bolsillo las alas junto con sus colores y delirios durante un rato. Sin embargo la imaginación es más fuerte; su mente tramposa haya la forma de volver con más fuerza a encontrar formas abstractas en los árboles o en las nubes, un mero aperitivo para lo que vendría después.

Consciente del piensa-crimen, el aeronauta trata de pasar desapercibido, mirar fijamente el verde y blanco, el blanco, el nombre de la profesora.

"No te distraigas"

Su diestra cómplice registra algunos recuerdos de sus visiones en desorden, los cuales serían borrados por venguenza, culpabilidad o algún otro sentimiento vil.

Para no llamar la atención de los compañeros basta una broma, un papel bien tirado o un chiste fome.

"Muñoz, salga de la sala"

La llamada de atención llena un espacio en la abultada hoja de vida. El castigo no puede ser mejor que irse a la biblioteca a leer Conan Doyle o Julio Verne, aprender de sexualidad con Masters & Jonhson o la biología de Villee y correr por los pasillos.

En algún cajón perdido guardan polvo historietas que son testigos de transgresiones parecidas, pero en los cuadernos sólo quedaron espacios vacíos.